LEYENDAS

Mari

Una antigua leyenda de Amezketa (Guipúzcoa) relata, que Mari se ausentaba siete años de su cueva del Txindoki, y un día se vio como cruzaba el cielo un caballo y a continuación comenzaba un tremendo aguacero. Los lugareños se dieron cuenta al instante que habría vuelto Mari. Su cueva Marizulo ‘sima de Mari’, en una ladera del monte Txindoki, estaba cubierta de oro, incluso los muebles. Después de estar lloviendo durante semanas, paró de llover y se fueron las nubes, pero quedó una nubecita cubriendo la cumbre del Txindoki. Entonces supieron que Mari había encendido el horno.
 

Una buena mañana, una joven de Amezketa llamada Kattalin fue al monte con el rebaño de ovejas. Al final del día recogió las ovejas, pero se percató de que faltaba una, y temiendo por lo que le podía hacer el dueño del rebaño fue a buscarla. A menudo le habían aconsejado que cuando Mari estaba en el Txindoki no se acercase por su morada, pero debía encontrar la oveja y subió por la ladera. Al rato, encontró a la oveja en la entrada de una cueva, y junto a ella una elegante y bella mujer. Era Mari. El genio le preguntó a la muchacha quién era y de qué familia. Kattalin le contó que no tenía familia y que las ovejas eran de un señor del pueblo. Entonces Mari le propuso que se quedase a vivir con ella, y si permanecía por siete años junto a ella para ayudarla, la haría rica.
 

Así fue que Kattalin se quedó ayudando a Mari y ésta le enseñó a hilar, a hacer pan, las cualidades mágicas de las platas, el idioma de los animales, y otras muchas habilidades. Pero pasó rápido el tiempo y después de siete años, cuando llegó el día, Mari le dijo así:

-Kattalin, has cumplido tu palabra, me has ayudado honradamente y has sido obediente. Yo tengo que partir y como te prometí que te haría rica, toma!

Mari le regaló un gran trozo de carbón. La joven quedó decepcionada, pero no se atrevió a decir nada. Al salir de la cueva el carbón empezó a brillar y se convirtió en oro. Kattalin, radiante de felicidad, bajó al pueblo, compró casa y rebaño y pudo vivir feliz sin tener que estar bajo las órdenes de nadie.

Ama-lurra 

Se cuenta en una antigua leyenda, que al principio de la vida, la oscuridad invadía la tierra. Ante tal desdicha, los seres humanos fueron a pedir a Ama-lurra que les ayudase a ahuyentar a los malos espíritus y númenes que se escondían en la oscuridad. Ama-lurra atendió la demanda y creó a una de sus hijas, Ilargi amandrea (la luna). 


Los seres humanos agradecieron su luz, pero no era suficiente. De nuevo, acudieron a Ama-lurra para que les diera algo que iluminara más y venciera a la oscuridad. Entonces, Ama-lurra creó su otra hija, Eguzkia amandrea; y así nació el día.

Los habitantes de la tierra pudieron vivir tranquilos durante el día, sin miedo a los malos espíritus, al amparo de la luz del sol; pero cuando llegaba la noche, llegaba el miedo. Por lo que acudieron de nuevo a Ama-lurra, para pedir algún tipo de protección ante el mal en las noches oscuras. Entonces, Ama-lurra les revelo un remedio: Eguzkilore (carlina). Les dijo que colocaran el Eguzkilore en la puerta de sus casas para protegerse de los númenes malignos de la noche y que no saliesen de noche de sus casas.

En adelante, hicieron caso de los consejos de Ama-lurra y no tuvieron que padecer la amenaza del mal.


Eguzkilore

«Hace miles y miles de años, cuando los hombres empezaban a poblar la tierra, no existían ni el sol ni la luna y los hombres vivían en constante oscuridad, asustados por los numerosos genios que salían de las entrañas de la tierra en forma de toros de fuego, caballos voladores enormes dragones...
Los hombres, desesperados, decidieron pedir ayuda a la Tierra.
-Amalur (madre Tierra)-le rogaron-te pedimos que nos protejas de los peligros que nos acechan constantemente...
La tierra estaba muy atareada y no hizo caso a los hombres, pero estos tanto y tanto insistieron que al final les atendió:
-Hijos míos, me pedís que os ayude y eso voy a hacer. Crearé un ser luminoso al que llamaréis Luna.
Y la Tierra creó la Luna.
Al comienzo, los hombres se asustaron mucho y permanecieron en sus cuevas sin atreverse a salir, pero, poco a poco, fueron acostumbrándose.Al igual que los hombres, los genios y las brujas también se habían atemorizado al ver aquel objeto luminoso en el cielo pero también se acostumbraron y no tardaron en salir de sus simas y acosar de nuevo a los humanos.
Acudieron una vez más los hombres a la Tierra.
-Amalur -le dijeron- te estamos muy agradecidos porque nos has regalado a la madre Luna pero aún necesitamos algo más poderoso puesto que los genios no dejan de perseguirnos.
-De acuerdo, crearé un ser todavía más luminoso al que llamaréis Sol. El Sol será el dia y la Luna, la noche.
Y la Tierra creó al Sol.
Era tan grande, luminoso y caliente que los hombres tuvieron que ir acostumbrándose poco a poco pero su gozo fue muy grande porque, gracias al calor y a la luz del Sol, crecieron las plantas de vivos colores y los árboles frutales. Y, lo que es aún más importante, los genios y las brujas no pudieron acostumbrarse a la gran claridad del día y desde entonces sólo pudieron salir de noche.Otra vez fueron los hombres a ver a la Tierra.
-Amalur -le dijeron- te estamos muy agradecidos porque nos has regalado la madre Luna y la madre Sol pero necesitamos aún algo más porque aunque durante el día no tenemos problemas, al llegar la noche los genios salen de sus simas y nos acosan.
Nuevamente, la Tierra les dijo:
-Está bien. Voy a ayudaros una vez más. Crearé para vosotros una flor tan hermosa que, al verla, los seres de la noche creerán que es el propio Sol.
Y la Tierra creó la flor Eguzkilore (Flor del Sol) que hasta nuestros días defiende nuestras casas de los malos espíritus, brujos, lamias, genios de la enfermedad, la tempestad y el rayo.»

La leyenda negra de Zugarramurdi

A principios de 1609 el rey francés enrique iv, fiel creyente, embarcó a sus mejores jueces y hombres de fe en una caza de brujas para eliminar la hechicería en el sur del territorio galo. muchas personas, temerosas de ser purgadas y ajusticiadas, huyeron a la vecina españa. entre ellas una joven, María de Ximildegui, que regresó a su pueblo Zugarramurdi (Navarra), situado a escasos kilómetros de la frontera.

Interrogada por el párroco local, y temiendo lo peor, a cambio de su salvación, la mujer confesó haber participado junto a otros vecinos del pueblo en reuniones paganas en las que se veneraba al diablo en el ‘akelarre’, el prado del macho cabrío, en euskera. maría aseguró haber practicado la brujería, e incluso volado, con la ayuda del maligno, sus palabras llegaron a oídos del tribunal de la inquisición de logroño, que inició una investigación.  El resultado fue un auto de fe en el que se juzgó a nada menos que 53 personas de la comarca: 21 quedaron en libertad, otras 21 fueron acusadas de delitos menores y al resto se les condenó a morir en la hoguera. 

El ocho de noviembre de 1610, las 11 supuestas ‘brujas’ ardieron en la plaza mayor de Logroño. cinco de ellas, que ya habían fallecido durante el proceso víctimas de las torturas o el suicidio, fueron quemadas en efigie junto a sus restos mortales. además, la iglesia instaló 10 cruces para proteger al pueblo y resguardarlo de las garras del mal. La repercusión que aquel acto de fe tuvo en toda europa provocó el nacimiento de la leyenda negra de Zugarramurdi, ‘el salem español’ o ‘el pueblo de las brujas’. brujas que tiempo después se descubrió que no eran tales.


La leyenda de galtzagorri

Esta es una leyenda sobre los Galtzagorris (Prakagorris):

Un baserritarra compró unos cuántos prakagorris con la intención de hacerlos trabajar en el campo. Cuando llegó a su casserío les enseñó el alfiletero que sería su casa y les mandó la primera tarea. Como es normal en ellos, dicha tarea estuvo hecha en un santiamén y le pidieron que les mandara otra. El baserritarra así lo hizo y la volvieron a hacer enseguida. Así, fue mandándoles una tras otra hasta que en la casa no había más por hacer y el hombre no supo que mandarles.

El hombre vio que los prakagorris se ponían nerviosos al no estar haciendo nada y temió que le hicieran daño. Entonces se le ocurrió una solución: les mando traer agua en un colador. Este trabajo era materialmente imposible, ya que al meter el agua en el colador volvía a salir del mismo. Cuando los prakagorri se dieron cuenta del engaño se sintieron ofendidos y desaparecieron, con lo que el hombre volvió a recuperar su tranquilidad.




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